miércoles, 1 de octubre de 2008

¿PORQUE IBA JESUS A FIESTAS?

MAX LUCADO, UN POETA

Imagínate seis hombres caminando por un estrecho camino. El dorado amanecer irrumpe a sus espaldas, haciendo que se alarguen las sombras hacia el frente. El fresco de la madrugada obliga a ceñirse firmemente las ropas. La hierba resplandece por el efecto de los diamantes de rocío.

Los rostros de los hombres tienen vehemencia, pero son comunes. Su líder es seguro, pero desconocido. Lo llaman Rabí; más se parece a un obrero. Y está bien que así sea, pues ha pasado mucho más tiempo construyendo que enseñando. Pero esta semana se ha iniciado la enseñanza.

¿Hacia dónde se dirigen? ¿Al templo para adorar? ¿A la sinagoga para enseñar? ¿A las colinas para orar? No se les ha dicho, pero cada uno tiene su idea al respecto.

Juan y Andrés esperan que los lleven al desierto. Allí fue donde los llevó su maestro anterior. Juan el Bautista los guiaba a las colinas desérticas y oraban muchas horas. Ayunaban durante días. Anhelaban la llegada del Mesías. Y ahora, el Mesías está aquí.

Seguramente Él hará lo mismo.

Todos saben que un Mesías es un hombre santo. Todos saben que el negarse uno mismo es el primer paso hacia la santidad. Con toda seguridad la voz de Dios la oyen primero los ermitaños. Jesús nos lleva a la soledad. Al menos eso piensan Juan y Andrés.

Pedro tiene otra opinión. Pedro es un hombre de acción. Del tipo de persona que se arremanga. De los que se ponen de pie y hablan. Le agrada la idea de ir hacia alguna parte. El pueblo de Dios necesita estar en movimiento. Quizás nos lleva a algún sitio para predicar , piensa para sí. Y al caminar, Pedro bosqueja su propio sermón, por si Jesús necesita un descanso.

Natanael estaría en desacuerdo. Ven y ve , había invitado su amigo Felipe. De modo que vino. Y a Natanael le agradó lo que vio. En Jesús vio a un hombre de pensamiento profundo. Un hombre de meditación. Un corazón para la contemplación. Un hombre que, al igual que Natanael, había pasado horas bajo la higuera reflexionando acerca de los misterios de la vida. Natanael estaba convencido de que Jesús los llevaba a un sitio donde reflexionar. Una silenciosa casa en una lejana montaña, hacia allí nos dirigimos.

¿Y con respecto a Felipe? ¿Qué pensaba él? Era el único apóstol de nombre gentil. Cuando los griegos vinieron buscando a Jesús, Felipe fue la persona a la que se acercaron. Posiblemente tenía contactos griegos. Tal vez tenía un corazón para los gentiles. De ser así, esperaba que esta travesía fuese un viaje misionero… fuera de Galilea. Fuera de Judea. Entrando a una tierra lejana.

¿Ocurrió tal especulación? ¿Quién lo sabe? Sé que ocurre hoy en día.

Sé que los seguidores de Jesús a menudo se alistan con elevadas aspiraciones y expectativas. Los discípulos entran a las filas con programas sin verbalizar pero sentidos. Labios listos para predicar a miles. Ojos fijos en costas extranjeras. Sé hacia dónde me llevará Jesús , proclaman los jóvenes discípulos, y así ellos, al igual que los primeros cinco, siguen.

Y ellos, al igual que los primeros cinco, son sorprendidos.

Quizás fue Andrés el que lo preguntó. A lo mejor Pedro. Es posible que todos se hayan dirigido a Jesús. Pero apuesto a que en algún momento del viaje los discípulos expresaron sus suposiciones.

-Así que Rabí, ¿hacia dónde nos llevas? ¿Al desierto?

-No -opina otro-, nos lleva al templo.

-¿Al templo? -desafía un tercero-. ¡Nos dirigimos hacia donde están los gentiles!

Luego se genera un coro de confusión que acaba únicamente al levantar Jesús su mano y decir con suavidad:

-Nos dirigimos a un casamiento.

Silencio. Juan y Andrés se miran entre sí.

-¿Un casamiento? -dicen-. Juan el Bautista jamás habría asistido a un casamiento. Vaya, si allí se bebe, hay risas y bailes…

-¡Y ruido! -aporta Felipe-. ¿Cómo se puede meditar en un ruidoso casamiento?

-¿O predicar? -agrega Pedro.

-¿Por qué tenemos que ir a un casamiento?

Buena pregunta. ¿Por qué llevaría Jesús a sus seguidores, en su primer viaje, a una fiesta? ¿No tenían trabajo que realizar? ¿No tenía principios que enseñar? ¿No estaba limitado su tiempo? ¿Cómo podía caber un casamiento en su propósito en la tierra?

¿Por qué fue Jesús al casamiento?

¿La respuesta? Se encuentra en el segundo versículo de Juan 2 (el versículo del cual no pude pasar). «Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos».

Cuando los novios hicieron la lista de invitados, incluyeron el nombre de Jesús. Y cuando Jesús se presentó con una media docena de amigos, no fue revocada la invitación. Quienquiera que fuese el anfitrión de esta fiesta estaba feliz de que Jesús estuviese presente.

-Asegúrense de anotar el nombre de Jesús en la lista -quizás haya dicho-. Él verdaderamente le da vida a una fiesta.

Jesús no fue invitado por ser una celebridad. Aún no lo era. La invitación no la motivó sus milagros. Todavía no había efectuado ninguno. ¿Por qué lo invitaron?

Supongo que se debía a que lo querían.

¿Gran cosa? A mí me parece que sí. Creo que es significativo que la gente común de un pequeño pueblo disfrutara de estar con Jesús. Creo que vale la pena destacar que el Todopoderoso no se comportaba de manera arrogante. El Santo no era santurrón. Aquel que todo lo sabía no era un sabelotodo. El que hizo las estrellas no tenía la cabeza metida en ellas. El que posee todo lo que hay en la tierra nunca la recorrió con altivez.

Nunca. Pudo haberlo hecho. ¡Ciertamente podría haberlo hecho!

Podría haber sido de los que dejan escapar nombres al descuido: «¿Alguna vez te conté de la ocasión en que Moisés y yo subimos a la montaña?»

Podría haber sido jactancioso: «Oye, ¿quieres que te teletransporte al siglo veinte?»

Podría haber sido un engreído: «Sé lo que estás pensando. ¿Quieres que te lo demuestre?»

Podría haber sido altanero y soberbio: «Poseo algunas tierras en Júpiter…»

Jesús podría haber sido todas estas cosas, pero no lo fue. Su propósito no era jactarse, sino sólo acudir. Se esforzó sobremanera por ser tan humano como cualquier otro. No necesitaba estudiar y sin embargo iba a la sinagoga. No tenía necesidad de ingresos y sin embargo trabajaba en el taller. Conocía la comunión con los ángeles y escuchaba las arpas del cielo, sin embargo asistía a fiestas organizadas por cobradores de impuestos. Y sobre sus hombros pesaba el desafío de redimir a la creación, no obstante, dedicó el tiempo de recorrer a pie ciento cuarenta y cuatro kilómetros que separaba a Jericó de Caná para asistir a una boda.

Como resultado, la gente lo quería. Por supuesto que había quienes se burlaban de sus declaraciones. Lo llamaban blasfemo, pero nunca lo acusaron de fanfarrón. Lo acusaron de herejía, pero nunca de arrogancia. Lo tildaron de radical, pero nunca de inaccesible.

No existe indicio de que alguna vez haya usado su condición celestial para ganancia personal. Jamás. Simplemente uno no recibe la impresión de que sus vecinos se hayan cansado de su arrogancia y hayan preguntado: «Pues bien, ¿quién piensas que te hizo Dios?»

Su fe hacía que le amasen, no que lo detestasen. ¡Ojalá la nuestra produjese el mismo efecto!

¿De dónde sacamos la idea de que un buen cristiano es un cristiano solemne? ¿Quién inició el rumor de que lo que identifica a un discípulo es una cara larga? ¿Cómo creamos esta idea de que los verdaderamente dotados son los de corazón apesadumbrado?

¿Me permites declarar una opinión que tal vez produzca el arqueo de una ceja? ¿Me permites que te diga por qué pienso que fue Jesús al casamiento? Pienso que fue al casamiento para… agárrate fuerte, presta atención a lo que digo, permíteme que lo diga antes de que calientes la brea y desplumes la gallina… creo que Jesús fue al casamiento para divertirse.

Considéralo. Había sido una temporada difícil. Cuarenta días en el desierto. Nada de comida ni agua. Una confrontación con el diablo. Una semana dedicada a la iniciación de unos novatos galileos. Un cambio de trabajo. Se ha ido de casa. No ha sido fácil. Un descanso sería bienvenido. Una buena comida con buen vino acompañados de buenos amigos… pues bien, suena bastante agradable.

Así que hacia allá se dirigen.

Su propósito no era el de convertir el agua en vino. Eso fue un favor para sus amigos.

Su propósito no era el de demostrar su poder. El anfitrión del casamiento ni siquiera supo lo que hizo Jesús.

Su propósito no era el de predicar. No existe constancia de un sermón.

Realmente queda sólo un motivo. Diversión. Jesús fue al casamiento porque quería a la gente, le gustaba la comida y, el cielo no lo permita, hasta puede ser que haya querido dar un par de vueltas bailando con la novia. (Después de todo, Él mismo está preparando una gran boda. ¿Sería que quería practicar?)

Así que, perdónenme, diácono Polvoseco y hermana Corazontriste. Lamento arruinar su marcha fúnebre, pero Jesús era una persona amada. Y sus discípulos debieran serlo también. No hablo de libertinaje, borrachera y adulterio. No apoyo la transigencia, la grosería ni la obscenidad. Sólo soy un cruzado a favor de la libertad de disfrutar de un buen chiste, dar vida a una fiesta aburrida y apreciar una noche entretenida.

Tal vez estos pensamientos te sorprendan. A mí también. Hace bastante que no tildo a Jesús de amante de fiestas. Pero lo era. ¡Sus adversarios lo acusaban de comer demasiado, beber demasiado y de andar con el tipo menos adecuado de personas! (Véase Mateo 11.19 .) Debo confesar: Hace rato que no me acusan de divertirme demasiado. ¿Y a ti?

Solíamos ser buenos para eso. ¿Qué nos ha sucedido? ¿Qué le pasó al gozo puro y a la risa sonora? ¿Será que nos atoran nuestras corbatas? ¿Será que nos dignifican nuestros diplomas? ¿Será que los bancos de iglesia nos ponen tiesos?

(Extraído del Libro "cuando Dios susurra tu nombre" de Max Lucado - (c) 1995 EDITORIAL CARIBE, INC.)

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