martes, 2 de septiembre de 2008

¿APROBACION o RECONOCIMIENTO?

La motivación que nos impulsa en el servicio

         ¿Qué es más importante para ti?¿Qué te llamen “ministro” del Señor o “siervo” del Dios vivo?. En realidad cualquiera de las dos frases significan para Dios exactamente lo mismo pero¿ qué significan para ti? 

El ministrar no es otra cosa que servir. Por eso cuando hablamos de un ministerio estamos señalando un servicio al cual hemos sido llamados, no por ser los mejores, sino que Él escogió lo necio, lo vil, lo menospreciado y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia (1ª Cor 1:26-29). Nuestra competencia proviene de Dios. Porque “¿Quién te distingue?” (1ª Cor. 4:7) ¿A quién ministramos, a quién servimos?¡A Dios por supuesto! Pero hay un peligroso y sutil límite que podemos cruzar en un instante, si lo que nos impulsa no es lo correcto y  nuestra mirada deja de estar clavada en Aquel a quien consagramos por entero nuestra vida.

             Vivimos en un mundo exitista, en donde la valoración pasa por lo que se tiene más que por lo que se es. Pero nosotros, aunque estamos en el mundo ya no somos del mundo y sabemos que más allá de lo que hacemos, Dios nos ama por lo que somos. Sin embargo podemos decir que en parte (solo en parte) lo que hacemos pone de manifiesto lo que somos. Como dice el Señor “...las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.” Hoy nosotros somos quienes damos testimonio de Cristo con nuestras vidas.

          De una u otra manera la humanidad sin Dios vive bajo la presión de tener que cubrir apariencias procurando cubrir muchas veces las expectativas de muchos. Manejarse con estos parámetros es un imposible que tarde o temprano se rompe como un plato que gira sobre un palillo de madera y cae inevitablemente.

En el mundo, cuando se intenta satisfacer la opinión pública, existen tres clases de reacciones: los que se agradan de uno, los que se desilusionan de uno y los indiferentes. En este último caso déjame decirte que nosotros no somos del mundo ni vivimos conforme al mundo, lo que elimina la tercera clase de reacción, o sea la indiferencia. Una vida ungida jamás pasa desapercibida.

 Ahora bien, lo primero que debemos contestarnos a sí mismos es: ¿Qué me motiva e impulsa en el servicio?

Piensa por un segundo.....

 Existe solo una respuesta correcta, y esa es: el amor.

Si hablas en lenguas y no tienes amor, estás vacío....si profetizas y tienes fe, pero no tienes amor, no eres nada...y si regalaras a los necesitados todo cuanto posees y aún murieras por ellos, pero no lo hicieras por amor...no serviría de nada. (1ª Cor. 13)

Todo lo que Dios hizo fue por amor. Jesús sirvió, enseñó, sufrió y murió en una cruz, solo por una razón: nos amo con amor eterno! Dice en Efesios que Él nos escogió... “en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo...”

Si el amor no es la base, no importa demasiado lo demás. Si el amor no es el fundamento de tu edificación, cualquier cosa que construyas encima irremisiblemente caerá.

Al mundo lo mueven otras cosas. Quien no conoce a Dios es movido por lo general por intereses egoístas. No es así entre nosotros. Jesús nos dio ejemplo y nos dijo que permaneciéramos en su amor porque en esto conocerá el mundo a sus discípulos.

Una vez establecido el amor como punto de partida de nuestro servicio, debemos establecer fehacientemente quién es nuestro galardonador. ¿Quién nos aprueba?

... “sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.” (1ª Tes. 2:4)

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23)

“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu Santo Espíritu”. (Salmo 51:10-11)

“No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres.” (Efesios 6:6-7)

        “Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:24)

     ¿Y cual es la recompensa de la herencia?

        Dios dice en su Palabra que somos herederos del reino, herederos de las promesas, herederos de la tierra, herederos de las naciones. Y lo más importante: Dios mismo es nuestra heredad.

        Él es nuestro tesoro más preciado y la Palabra dice que allí en donde esta nuestro tesoro, allí estará también el corazón. ¿Donde está tu corazón?

 

 

Finalmente, todos necesitamos de una palmada de tanto en tanto. Es bueno recibir ánimo porque nos alienta y reconforta para seguir adelante. Sin embargo, aún cuando no nos amen, amamos. Aún cuando nos rechacen, nos esforzamos; y aún cuando nadie reconociera nuestro esfuerzo, nos esforzaremos más aún por servir a Dios y a los hermanos con lo mejor que Dios ha puesto en nosotros mismos.

Amemos y sirvamos como Él lo hizo, porque si vivimos, para Él vivimos

No hay comentarios: